Germinar, florecer, dar frutos… El amor que es un puente
a la vida. Inevitable no pensar, sentir y conmoverme con mis hijos. De mis raíces,
las suyas, de mi vientre el de ellos y mi esencia, inevitable sabia que dará
vueltas por su sabia. De lo maravilloso de la existencia, su propia existencia
que me permite renacer cada vez. Pasar por todas las estaciones sabiendo que
ellos son lo importante. Mis pequeños retoños de mofletes rosados, ya son
adolescentes, que tienen lo más valioso que puede tener alguien, don de gente. Todavía
indecisos se proyectan en adultos, pero puedo decir sin dudar que estoy
orgullosa de quienes son. Pueden ir a donde quieran porque siempre tienen un
lugar donde volver. Un nuevo cuadro y el cuadro que me regaló mi hijo mayor…
amor, más amor, más amor… es la única matemática que entiendo.